jueves, 30 de diciembre de 2010
martes, 21 de diciembre de 2010
Por gusto.
lunes, 15 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
miércoles, 3 de noviembre de 2010
viernes, 15 de octubre de 2010
jueves, 7 de octubre de 2010
DIGAN LO QUE DIGAN.... FANTÁSTICO
¡Qué manera de cantar!. Su voz es irrepetible. Maravilloso.....
martes, 21 de septiembre de 2010
lunes, 26 de abril de 2010
Dolor.
jueves, 8 de abril de 2010
Viajes
Siempre los caminos son más cortos cuando estos se recorren en compañía.
Otras veces, el camino se pone cuesta arriba. El apoyo y bastón del amigo se rompe y éste, nos hace caer sin remedio. Nos preguntamos por dónde se quebró, qué hizo que la unión durante tantos años se resquebrajara y partiera un trozo de nuestro interior.
En solitario, el horizonte me parece distinto. Perdida entre losas y ramas extrañas.
Los recuerdos nacen y en mi interior lloran. Quieren brotar y ocupar el espacio en mi mochila, pero no dispongo de sitio, llevo lo mínimo para sobrevivir, y el peso que suponen es demasiado.
He mirado por un instante a tras. He recordado las espinas clavadas en mi mano del bastón ya partido. Por mucho que deseara pegar sus trozos, las astillas ya estaban clavadas. Se quedó en el camino. Y yo sigo mi viaje.
martes, 23 de marzo de 2010
domingo, 21 de marzo de 2010
BARCELONA......
Otros reencuentros siempre son fríos, extraños. Deseas en el fondo que estos fueran como una vez lo soñaste y no como siempre han sido, fríos y extraños preguntándote una y otra vez el porqué se repiten.
Los amigos, los nuevos amigos a los que cuentas las historia más nimias o profundas. Te escuchan con interés y paciencia. Aprendes de ellos y ellos de ti. Compartimos risas, vinos y llantos. Quizás sean solo para una noche, pero lo han sido.
lunes, 15 de marzo de 2010
domingo, 7 de marzo de 2010
sábado, 6 de marzo de 2010
viernes, 5 de marzo de 2010
jueves, 4 de marzo de 2010
Camino
domingo, 28 de febrero de 2010
lunes, 22 de febrero de 2010
Otro día.
Creo que el peor día siempre es el Jueves. Todo me pesa. Cada día salgo más tarde y siempre me digo que ya lo recuperare a la salida, pero aun haciendo esto, no me gusta y me siento mal.
Es como si todo el peso de la ciudad recayera en mis hombros.
Esquivo los excrementos de los perros, la basura revuelta y esparcida por las aceras, maldiciendo el impuesto que nos han incrementado este año y lo poco eficaz que es este atraco municipal.
Cuando salgo de casa, aún con el mal humor y la desidia, al cerrar la puerta del portal, veo mi reflejo e intento colocarme una sonrisa para los demás.
No es una sonrisa falsa ni forzada, quiero que las pocas personas que me cruzo por las mañana, si llegan a mirarme, vean a en mi una persona medianamente feliz, no quiero enseñar la dejadez y abatimiento que en ocasiones me pesa. Y a esta pequeña sonrisa le intento sumar algún acto de amabilidad. Ceder un asiento o el paso, recoger un objeto del suelo y entregarlo a su dueño, ayudar con indicaciones aun cuando no te las han pedido...
Y haces todo esto, y algunos de los compañeros de viaje matutino te observan y no sonríen, fruncen el ceño y casi te insultan. Y el peso se hace mucho mayor si es posible.
Pero hay días en los que este peso disminuye.
Cuando alcanzo mi primer objetivo de la mañana y el metro llega al andén justo cuando bajo el último escalón. Al conectar la música de mi reproductor y sin saber lo que sonará, los acordes de una bella voz me trasladan a los jardines de Viena en julio,
a un soñado local nocturno, recorriendo una pequeña pista de baile, con un suave tango.
Y alcanzo el siguiente objetivo de la mañana y de una bofetada me devuelve a las mojadas calles de Madrid.
Empujones para salir del metro. Carrera de obstáculos subiendo las escaleras y la maratón por llegar lo antes posible para fichar.
Consigo el tercer objetivo de la mañana. Me siento en mi silla, busco papeles pendientes de resolver y repaso una vez más el porque el tipo que tengo casi en frente de mi despacho sigue si darme lo buenos días cuando llego.
Papeles, llamadas, papeles, café. Papeles, más llamadas. Internet, internet, internet. Ya no tenemos acceso a facebook ni a descargas rápidas de archivos, y sinceramente lo echo de menos. Mi rendimiento no bajaba con ello, lo puedo asegurar. Pero no está bien visto, por supuesto, y es dinero que dejar de ganar la empresa con nuestra productividad, ¿con nuestra qué....?.
Comer en medía hora. Otra media hora perdida.
Papeles, pereza, internet.
Pasadas las seis de la tarde recojo todo y salgo por fin a la vida. ¿Vida?.
El cansancio me puede. Ya no corro para coger el metro. Los andenes están llenos y mojados. Las goteras lo transforman todo en balsa de agua sucia y escurridiza.
Llego a casa. Ya no me quedan sonrisas.
Colocar cositas. Ordenar mi pequeño espacio y leer correo de amigos no conocidos y esperar los correos de los conocidos que no llegan.
Cenar y tele. Preparar la comida para el día siguiente y poco más.
Así un día tras otro, una semana tras otra, un mes tras otro.
Estoy cansada.
Me voy a la cama. Con suerte esta noche soñaré con que estoy lejos de aquí con mi niño. Sin ella, soñaré con alguien del trabajo.
Otro día.