lunes, 26 de abril de 2010

Dolor.

Me viene a la cabeza una imagen de mi último viaje a Barcelona. Cerca de la catedral, unos chicos intentaba socorrer a una paloma herida. Sangraba por una pata y tenía un ala rota. Estaba muy asustada. Acurrucada en un rincón no paraba de temblar. El chico la intentaba coger para ayudarla, pero la paloma, con pequeños movimientos, intentaba huir de lo que se le venía encima, aunque este fuera su salvador.

Siento como si mis alas se hubieran partido, y me estuviera desangrando poco a poco.
Caí y me levanté, pero mis heridas siguen ahí.
Es rabia, enfado, dolor e incomprensión todo lo que pasa por mi cabeza.
Inexplicablemente sigo mirando una y otra vez atrás.
La respuesta a qué hice mal, en qué me equivoque no la encuentro.
Son siete años de mi vida perdidos, ensuciados, volcados en una entrega. Y a cambio solo recibí desprecio.

Las palabras de aliento y apoyo las tengo, pero la sangre sigue escapando de mi.
Al final sé que conseguiré coser mi herida, como lo he hecho otras veces. Pero también se que esta cicatriz será de las más profundas que tenga.
Creo que pocas veces alguien me defraudó y me hizo tanto daño como tu.

jueves, 8 de abril de 2010

Viajes

Hacer la bolsa, recoger tres cosas y comenzar el camino.
Siempre los caminos son más cortos cuando estos se recorren en compañía.
Lo vivido juntos, el compartir el pan y el vino durante todo el trayecto, hacen que lo andado no cueste tanto y las piedras que nos cruzamos sean más pequeñas.
Otras veces, el camino se pone cuesta arriba. El apoyo y bastón del amigo se rompe y éste, nos hace caer sin remedio. Nos preguntamos por dónde se quebró, qué hizo que la unión durante tantos años se resquebrajara y partiera un trozo de nuestro interior.

En solitario, el horizonte me parece distinto. Perdida entre losas y ramas extrañas.
Tropiezo y caigo. Llena de polvo, limpio mi cara y me levanto. Continuo sin remedio, más despacio pero ya sin pausas.


Los recuerdos nacen y en mi interior lloran. Quieren brotar y ocupar el espacio en mi mochila, pero no dispongo de sitio, llevo lo mínimo para sobrevivir, y el peso que suponen es demasiado.
He mirado por un instante a tras. He recordado las espinas clavadas en mi mano del bastón ya partido. Por mucho que deseara pegar sus trozos, las astillas ya estaban clavadas. Se quedó en el camino. Y yo sigo mi viaje.