jueves, 8 de abril de 2010

Viajes

Hacer la bolsa, recoger tres cosas y comenzar el camino.
Siempre los caminos son más cortos cuando estos se recorren en compañía.
Lo vivido juntos, el compartir el pan y el vino durante todo el trayecto, hacen que lo andado no cueste tanto y las piedras que nos cruzamos sean más pequeñas.
Otras veces, el camino se pone cuesta arriba. El apoyo y bastón del amigo se rompe y éste, nos hace caer sin remedio. Nos preguntamos por dónde se quebró, qué hizo que la unión durante tantos años se resquebrajara y partiera un trozo de nuestro interior.

En solitario, el horizonte me parece distinto. Perdida entre losas y ramas extrañas.
Tropiezo y caigo. Llena de polvo, limpio mi cara y me levanto. Continuo sin remedio, más despacio pero ya sin pausas.


Los recuerdos nacen y en mi interior lloran. Quieren brotar y ocupar el espacio en mi mochila, pero no dispongo de sitio, llevo lo mínimo para sobrevivir, y el peso que suponen es demasiado.
He mirado por un instante a tras. He recordado las espinas clavadas en mi mano del bastón ya partido. Por mucho que deseara pegar sus trozos, las astillas ya estaban clavadas. Se quedó en el camino. Y yo sigo mi viaje.


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